De vientos y simulaciones

En esta parte del hemisferio, justo al lado del Golfo de México y frontera con Estados Unidos, no hay algo más fastidioso que un viento que sopla del Sur, de considerable velocidad y creciente frecuencia a partir de febrero hasta seguirse justo cuando el invierno llega, días como hoy se soporta menos, además de dejar una ligera sensación de frío en la piel, trae consigo polvo, migraña, dolor de cabeza, hastío, mal humor y demás consecuencias que se subrayan con un cielo nublado y un martes cualquiera. Quizá el estado de ánimo que le atribuyo a estos días, no sea más que una respuesta aprendida que mi inconsciente repite, como conductas que de pronto me he dado cuenta que manejo como simples reflejos de situaciones. Reacciones simuladas, como cuando el padre tiene que ser duro e imponer castigos, transfigurando el rostro a fin de demostrar enojo y de esa manera establecer límites. Entonces me descubro montando una parafernalia de la que yo mismo ni siquiera estoy convencido pero que aplica a la situación, y me muestro indignado, enojado, molesto, airado, dolido, triste, cuando ni siquiera existe una mínima reacción en mi ánimo. Conducta simulada que no se si sea el síntoma de un inicio de estado vegetativo, donde existe nulidad de sentimientos, pasiones, emociones o cualesquier forma primitiva de reacción natural o que son las situaciones las que no generan repercusión alguna en mis estados de ánimo. Cualquiera que fuese la causa, el disimulo de reflejos, pareciera significar una forma de protección ante las posibilidades que pudiera generar la ausencia de manifestación alguna, ¿autoengaño?, ¿chantaje?, ¿falsedad? o simplemente repetición de conductas aprendidas que aplican a situaciones determinadas. Quizás es solo que el sur acabo por transformarme en planta.