Take it easy
Algunas veces ...
el tiempo se detiene,
losespaciosseamontonan,
el presente colapsa,
y el drama es una bola de nieve.
But then ...
¡I take it easy!
cups
jueves, febrero 03, 2005
-3:00 p.m.
La calle de Zaicos
Zaicos era un pueblo diferente, solo tenía una calle, no tan ancha, no tan angosta, que lucía custodiada por unas cuantas casas alrededor. Pero Zaicos no podía considerarse un pueblo, ni su particular calle, una calle normal. Aquella calle, que atravesaba aquellas casas, que versaban llamarse pueblo de Zaicos, aún cuando Zaicos, no pudiera considerarse pueblo, tenía características particulares; la persona que tomara en su ruta aquella calle, sólo podía avanzar a través de ella, siempre hacia adelante, nunca retroceder, si retrocedía, aún un paso, el tramo pendiente por recorrer de aquella calle se cerraba para siempre, luego entonces solo se podía tomar aquel camino para llegar a un destino fijo, o para recorrer toda la travesía, no había retornos. Además, aquella calle sólo podía recorrerse por uno a la vez, nunca dos individuos podían caminar sobre ella al mismo tiempo, ni tampoco la misma persona caminar dos veces por aquella particular calle.
Sólo que no todos conocían las reglas, Martín Canales, era uno de los pocos que pensaba conocerlas.
Coloco el pie en los linderos de aquella calle, llevaba consigo una muda de ropa, un morral con unas cuantas monedas, una cantimplora de agua, un diario de pasta azul y una linterna, recorrer aquella calle siempre resultaba menos cansado si se hacía de noche, eso intentaba Martín.
Comenzó con paso firme, continuó así por media hora más, sin embargo a medida que avanzaba, descubría algo que nadie le había dicho (y es que los que terminaban la ruta de la calle de Zaicos, nunca regresaban), a cada paso, le resultaba más difícil cargar aún con los pocos artículos que llevaba consigo. Evaluó necesidades y apegos, y se deshizo de la muda de ropa, con la que llevaba puesta, era suficiente, pensó. Dos pasos más adelante arrojó la bolsa de monedas, parecían hechas de plomo y sin duda eran la siguiente opción de renuncia. El cansancio y la pesadez no cedían lo suficiente, junto a un arbusto inevitablemente abandonó la cantimplora con casi la mitad de agua. Ahora sólo le quedaba su diario y la linterna, sin embargo, a la pesadez de sus pasos se había agregado una creciente ansiedad por volver la vista, por regresar, la mente lo golpeaba con imágenes pasadas que parecían adherirlo al camino ya andado, ¿y si abandonaba la ruta y regresaba? Podría recoger todo lo que había abandonado, después de todo, iba tras algo que ni siquiera conocía, ¿no sería sólo su imaginación y aquel camino no terminaba nunca? Sintió no soportarlo, la linterna le había cansado la mano que ahora sólo alumbraba hacia el suelo, el diario de pasta azul le pesaba algunos kilos, la angustia le nublaba la vista. ¿Porqué conservar un diario?, Martín no era romántico, ni siquiera idealista, hablaba poco, sin embargo ese diario de pasta azul, guardaba más que secretos, la mezcla de realidades y fantasías, minuciosamente descritas, que le habían dado forma a la vida que hasta antes de tomar aquella ruta conservaba. Tomo aire, insuficiente, deshacerse de su diario, sería deshacerse de lo poco o lo único que le quedaba de aquello que había dejado atrás y que tan incesantemente lo llamaba más que nunca, impensable deshacerse de el. Estuvo a punto de soltar la linterna, pero le sería imposible avanzar entre las sombras. Tres antitéticos pensamientos formando posibilidades, cruzaron su mente con el mismo poderío acribillador: -la linterna-el diario-regresar-. Indeciso, intentó dar otro paso que le resultó imposible, y en un arranque de sin razón soltó el diario de pasta azul.
El siguiente paso se le facilitó. Avanzó con linterna en mano. Una curva. Y después el camino se abrió.
by R.Castillo